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Esta es la mejor forma, especialmente en verano, de conservar el oro líquido de nuestra gastronomía, el aceite de oliva.

Muchas veces decimos que no podríamos vivir sin chocolate o sin jamón. Bueno, habrá quien ponga en ese lugar el aguacate, el yogur o el hummus. Pero en realidad la única verdad es que pocos podríamos vivir sin aceite de oliva (virgen extra, a poder ser). Si alguna vez habéis vivido en el extranjero, en uno de esos países que no saben comer ni lo que es ver el sol todos los meses, ya os habríais dado cuenta. Todos hemos pasado por eso o hemos tenido un amigo o un familiar en esa situación que, más allá de sobres de jamón, lo que pide como bien de primera necesita es una buena garrafa de aceite de oliva.

Es la base de la diete mediterránea y su simple combinación con un trozo de pan supera a platos estrella de gastronomías enteras. Así es nuestro oro líquido, indispensable en la mesa de cualquier restaurante y en la repisa de cada cocina. Sin embargo, la buena vida mediterránea tiene algo de malo. El sol y el aceite no se llevan tan bien como cabría esperar. Sí, el aceite de oliva es muy resistente, pero hay que cuidar los tesoros como se merecen. Y no, quizás no le hayas dado el suficiente cariñito en verano a la parte más esencial de tu alimentación.

El verano, especialmente durante las olas de calo, es una época clave para conservar el mejor AOVE (que así se llama ahora al aceite de oliva virgen extra). El AOVE es un super alimento que no caduca, pero si queremos mantener el sabor, los aromas y los nutrientes intactos debemos seguir ciertas y sencillas indicaciones, especialmente cuando las temperaturas suben.

Palacio de los Olivos, AOVE manchego que se encuentra en el puesto número 1 del ranking mundial de aceites, nos ha dicho las 5 reglas básicas para su perfecta conservación.

En verano, además, lo ideal son las botellas de vidrio, como las de Palacio de los Olivos, en este caso tanto la Picual como la Arbequina.

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Bueno, voy a ir partiendo pan...